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La estupidez es el único veneno cuyo efecto mata a los sobrevivientes.

Se publican aquí las cuatro partes escritas hasta ahora del cuento largo "La Conspiración" una historia policial en medio de las peripecias del Tercer Mundo.




Capítulo 4: Todo lo que pueda ir mal...:

23.4.11

Yaguarón

Yaguarón se llamaba Yaguarón
y tenía una subida interminable
que terminaba en 18, más o menos.
En la escuela me habían explicado
que se trataba de la Cuchilla Grande,
dato que me pareció inconmensurable
como el espacio aquel que nos rodea.

Yaguarón tenía aquel olor particular
a Creolina que invadía todo
como un hálito químico y tardìo
como el sintético esbozo de un parfume
que fracasó por un descuido irremediable.
Parecía multipliarse en el verano.
a pesar de que llegando al cementerio
Jacarandáes disputábanle la atmósfera

El tranvía cruzaba escandaloso
por la Calle Angostita de aquel tango
que el Mago inmortalizó sin percatarse
de que hasta que Jaime Roos cantara a Convención
Isla de Flores sería en exclusiva
la única calle con su propio canto
Y tal vez por ese hecho le pusieron
Carlos Gardel a buena parte de ella.

Cada tanto bajaban los cortejos
con aquellas carrozas que fingían
ser el copete negro de un helado
el helado final, definitivo
barroco y recargado hasta el hartazgo
mientras los plátanos rendían homenaje
al Dios Invierno despojándose de hojas
que quemaría más tarde algún vecino.

Don Conserva, me guardaba las revistas
de Supermán que yo coleccionaba
con los dedos amarillos de tabaco
y su camisa de franela sempriterna
De la pensión que hubo a mitad de cuadra
recogía yo anónimos amigos
que duraban desde que llegaban
hasta que encontraban la puerta con candado.

Yaguarón fue la primera calle que crucé
Por las roscas de chicharrones de Guichón
No se podía jugar al cordoncito
porque pasaban demasiados autos
no tantos como para hacerla peligrosa
pero los suficientes como para hacer
que todo juego se tornara inconsistente
interrumpido como la película
que te da el doce los sábados de noche.

En el bar de la esquina, en el Andorra
Mojé mil medialunas en cocoa
y el tano peluquero cuyo nombre
se me escapa (aunque creo que era Dante)
Se interesaba más en el partido
de ajedréz que jugaban los clientes
que en la cabeza misma del paciente
que paciente esperaba hasta el enroque

Cuando yo no tenía ni ocho años
Fue Yaguarón el mundo en la manzana
que Ejido, Canelones, Maldonado
circunvalaban como cuatro rìos.
Y hoy que me circunvalan los recuerdos
por tres de mis cuatro lados equiláteros
Me imagino que el Flaco Zitarrosa
le encontaría sentido a este homenaje.